Yo cantaba, Señor, alegremente,
al rocío, a las plantas y a las flores.
Y embriagado de sueños y de amores
la vida transcurría dulcemente.
Yo cantaba, Señor, muy tiernamente,
a esas tardes pintadas de colores.
Y extasiado de mágicos fulgores
recitábale al sol, sonrientemente.
Yo cantaba, Señor... mas cierto día
conocí la amargura y la tristeza.
Y el dolor hizo mella en mi cabeza.
Desde entonces ya todo ha terminado.
Llevo a cuesta una gris melancolía.
Mi mundo de cristal se hubo quebrado.
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