Un aguilucho volaba
por la inmensidad del cielo,
y deteniendo su vuelo
de trecho, en trecho, planeaba.
Desde esa altura observaba
con atención hacia el suelo,
y en ese verde pañuelo
su vista aguda clavaba.
Cansado ya de buscar
sin suerte presa, o bocado,
triste se pone a pensar:
La gente tiene razón.
El hambre al campo ha llegado.
¡Fundida está la Nación!
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