lunes, 1 de noviembre de 2010

Claveles rojos

Los cuatro claveles rojos
sobre tu blanca mortaja,
que alguna mano piadosa
con gran ternura dejara,
los llevo dentro del cuerpo
como cuatro puñaladas.

Al despertarme temprano
-como todas las mañanas-
los cuatro claveles rojos
en mis párpados se clavan,
y de recuerdos, mis ojos,
se van velando, se empañan.

Después, los cuatro claveles,
largo tiempo me acompañan,
y por todas partes veo
aquella rojiza mancha.

Te dije "adiós" en silencio.
Gritar, llorar, no hace falta.
Todos morimos un poco
cuando un amigo se marcha.

Los cuatro claveles rojos
que se fueron en la caja,
parecen estar conmigo
y por dentro me apuñalan.

A mi querido amigo
Juan Morello

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