lunes, 1 de noviembre de 2010

El agüelo

Está sentado a la sombra
de un sauce llorón añejo.
Sin decir una palabra
o expresarse con un gesto.

Y mira como escarbando
en la inmensidad del tiempo.
... Todos hacemos lo mismo
cuando llegamos a viejo...

Han pasado tantos años
qué blanco tiene el cabello;
y aunque la vida ha cambiado
siempre al cuello usó pañuelo.

Está sentado a la sombra
a solas con los recuerdos.
Hasta se olvidó su nombre
de tanto escuchar "agüelo"...

¿Qué pensará cuando mira
por el soleado sendero...?
¿O cuando su vista fija
en algún lugar del cielo...?

A veces dos lagrimones
le bañan sus ojos negros.
Y otras veces, esos ojos,
se cierran como durmiendo.

Tiene tan sólo un facón
con vaina, simple, de cuero.
Y un poncho que lo acaricia
sin decir nada, en silencio.

Las otras prendas, de a poco,
sin saber cómo, se fueron.
¡Total...! dice: ¡Ya no importa
tener más, o tener menos...!

Está sentado a la sombra
a solas con los recuerdos.
... Pero todo se termina
cuando una voz desde lejos,

casi gritando lo llama
-rompiendo fantasma y tiempo-
y de un salto se levanta
y es tan distinto ese viejo,

que la alegría le nace
por todas partes del cuerpo
cuando su nieto lo llama
por segunda vez "agüeeelooo".

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